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Dark Reed

El cuerpo y la sangre de Cristo

Que hermoso debe ser salir de una misa católica. Qué bien debe sentirse el saber que se ha comido el cuerpo y la sangre de un profeta, de un hombre que (se dice) vino a salvarnos, de un hombre al que sus antepasados lazaron, crucificaron y desangraron como si de un chivo se tratara, solo por ser diferente a todos los que con él vivían. 

 

 Debe ser hermoso saber que, aún siendo de forma ritual, te comes a alguien que no encaja en al sociedad, y, además, salir de allí convencido  de que fue por voluntad divina, que debía ser así.

 

Claro, la belleza del caso es que nadie puede tolerar al que es diferente. Debemos despedazarlo, ridiculizarlo, descargar la ira que nos causa el saber que no fuimos dotados con su genio, su talento, la filosofía de la vida. Por eso lo devoramos, porque el canibalismo es la ira exaltada, la humillación máxima, el castigo superlativo, la descarga de stress que conlleva el despedazar algo, el sentirlo morir bajo nuestros dientes, y la recompensa de la alimentación. Por eso tragamos a Cristo. Que delicia debe ser el saber que comes su carne lacerada, que bebes esa hostia mojada en la sangre de aquél que tanto odio debió acumular.

Debe ser hermoso. 

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