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Dark Reed

Trascendencia.

Aquí yace un hombre
cuyo nombre estaba escrito en el agua
Su vida fue una mota de polvo en el viento
y su muerte, un árbol que cae en un gran bosque...
tranquila, silenciosa, sin hacer apenas ruido.

Pero como el agua,
no volverá a estar tranquila cuando el nombre desaparezca de sus ondas,
y el polvo se asentará en nuevos patrones,
y el árbol dejará tras de sí un tronco muerto, pero lleno de vida.
De vida que se expande, que se alimenta de lo que el gran árbol fue;
de dunas que se forman sobre el polvo,
de insectos que se crían en el agua.

Y su nombre desaparecerá de la superficie, del mundo, de los recuerdos;
y sus ondas se expanderán por el Universo
resonando, cambiando el mundo trás de sí
y creando nueva vida, nuevas dunas, nuevas ondas
hasta que todo se funda en uno,
y su nombre se olvide y su vida resuene
en el corazón silente del Universo...

Pájaros en la cabeza

Toda la vida fue Juan un soñador. La vida se le iba en hacer los planos de construcción de sus castillos en el aire.

- ¡No tienes más que pájaros en la cabeza! - decía doña Antonia, su madre, que trabajaba para los dos- Algún día tendremos que irnos a vivir de la beneficencia, con este hijo soñador que el Señor me ha dado.

No es que Juan no ganara dinero. Vendía algunos textos al editor de "El Extra de la tarde", que los incuía en la edición semanal de literatura, siempre que Juan conseguía terminar alguno de los cientos de cuentos en los que siempre estaba trabajando.

El hombre que nació con un corazón que no late, la abuela que le lega a su nieta su gigoló favorito, el robot que navegaba las estrellas a control remoto, el Dios amateur que no consigue un mundo a su gusto... cientos de personajes suspensos en los mundos sin terminar, pasajeros en el ocupado aeropuerto ideológico del escritor. Todos estos personajes se vendían a centavo la palabra, pero los pesos que Juan reunía no se destinaban a la casa. Iban a parar a locos proyectos artísticos, que Juan nunca vendía sino que ejecutaba gratuitamente con el afan de ganar notoriedad.

- Cuando uno es famoso el dinero viene sólo- decía a su madre, quien sólo meneaba la cabeza, como quien sabe que tiene un hijo loco, deseando morirse en un horrible accidente para dejarle al vástago idiota el dinero del seguro de vida. De otro modo, moriría de hambre en un mundo materialista que no aceptaba que le pagaran con ideas y palabras.


Sin embargo, en los últimos meses de su vida Juan se veía cambiado. Seguía escribiendo, pero su carácter, normalmente festivo y ocurrente, había dado la vuelta completamente. Comía poco, pasaba horas sentado frente a su escritorio, regando tinta por las páginas que más tarde vendería. Sin embargo, avanzaba lento, como si la pluma usara zapatos de cemento, pues estaba concentrado en cada ruido.  Se sobresaltaba al escuchar los ruidos en el patio de su casa, se pasaba las noches sin dormir, exigía a su madre una dieta de silencio y dejó de beber café por no soportar el silbido de la cafetera.


Ya con los nervios destrozados, Juan entregó al editor el último rimero de páginas, recibió el cheque y subió al mirador del tercer piso. Luego, saltó.

Hay quien asegura haber visto salir del cuerpo hecho pulpa de Juan un pájaro pequeño y dorado, con un penacho en la cabeza y una larga cola, que se dirigió al Sol dejando un rastro de llamas tras de sí, y se perdió en las alturas. Y entre los restos destrozados del cráneo de Juan, un nido de paja y una sola pluma...

En mi próxima vida...

En mi próxima vida...

Hoy todo el día leí. Y leí, y leí, y luego leí más, hasta que Isabel Allende dijo ¡Basta!, y luego soñé y después dormí, y al despertarme ese mundo de sombras estaba junto a mí, tan cierto como el mundo que conocía despierto.

Y es que el mundo de los libros no se acaba nunca, no como el mundo de los hombres. Un libro vive, si tiene suerte, más que una vida humana, y sigue estando tan importante como desde el primer día, aunque sus páginas amarilleen, aunque salgan en sus miembros las manchas hepáticas de la grasa, del polvillo y de las cagarrutas de las moscas. Aunque se deslome, como los hombres, de tanto servir a otros, un libro sigue vivo, tanto en sus tintas como en las mentes de quienes lo hayan leído.

 

En mi próxima vida, quiero ser libro...

Definiciones

Poder: Capacidad de modificar la realidad a voluntad

Sólo le faltó a Hoover

"Un pollo para cada olla"... y un hoyo para cada polla... Risa

Haciendome una idea.

Hoy tengo un pensamiento, sólo uno, pero en lugar de dárselos, hoy prefiero describir cómo llegué a él. Tranquilos, será la primera y última vez.


Salí rumbo al trabajo con un nuevo peinado. No sé cómo, pero se veía perfecto, aún habiéndolo logrado sólo con los dedos y fijador. Al llegar trabajé un poco, y a la hora de la comida salí a disfrutarla a la banca de un solitario parque cercano. Con un platillo basado en carne y harina, algo no muy usual en mi, y un jugo de naranja natural pero embotellado, me senté a reflexionar sobre la naturaleza. Había estado jugueteando con la idea de ser un mago natural (una fantasía común en mí), fantaseando en leer el libro que comenzé esta mañana sobre alguna rama que habría hecho crecer en algún árbol expresamente para servirme de hamaca. Habría poblado las calles con árboles, haciendo surgir del pavimento una jungla que resistiría a cualquiér automóvil que tratara de atropellarla. Haría crecer en cuestión de segundos un pequeño manzano, que daría frutos a voluntad mía, y la naturaleza se esforzaría en complacerme, ya que sólo le pediría lo necesario.

Entonces volví a la realidad, y me dije "Qué fácil es comulgar con la naturaleza cuando no tiene uno que preocuparse por las necesidades básicas". Y era cierto, porque mi trabajo me da para vivir de una manera frugal pero relajada. No tengo más de lo que necesito por ahora. Pero sería perfecto poder ayudar a la gente, poder hacer crecer el alimento para el hambriento cuando sea que lo necesite, enseñar al mundo a vivr de una forma más natural. Y lo principal para eso es el alimento. Pensé que se puede lograr sin usar magia, modificando los patrones de crecimiento de las plantas modificando su ADN: Pero eso requerirá de una cantidad enorme de nutrientes y energía, los cuáles la planta absorbería a velocidades acordes a su nuevo ritmo de creciminento, sorbiendo calor y nutrientes en una reacción endotérmica que nos proveería de vegetales y frutas... pero ¿Dónde está la carne?.

Voltee a ver mi comida, y a una mosca cercana. Luchaba por llevarse las migajas y ls gotas del azucarado jugo de naranja que yo dejaba caer. ¡Qué curioso! ¡La mosca y yo comíamos lo mismo!. Para la mosca, un trozo de excremento no era más que el equivalente al trozo de carne que yo comía, nutrientes disponibles. Un animal no pondrá nunca miramientos sobre de dónde viene la comida. La cazará, o la encontrará ya muerta, y se nutrirá. A su vez, será comido por otro, por una mosca, cucaracha, un microbio o un buitre, por un león, un ave, un perro. ¿Y nosotros?

Nosotros nos incineramos o enterramos para que otros animales no nos coman. ¿Por qué? Porque queremos creer que somos diferentes de los otros animales. Porque nuestra forma de pensar dice que es una falta de respeto que se nos olvide, que se nos deje tirados donde otros animales puedan devorar nuestra carne y nuestros huesos, porque después sólo quedará de nosotros un efímero recuerdo de lo que éramos, de nuestra personalidad, de nuestra fuerza. Por eso el canibalismo ritual existe: para que los nuestros nos lleven dentro de sí, para que no se pierda lo que éramos. Sin embargo, deberíamos ser comidos, deberíamos servir de sustento a otros animales. Murieron, y comimos. Murámos para que coman. No nos escondamos bajo la tierra, no nos incineren. Es un deber de todo ser vivo servir de alimento a otros.

Es un deber moral del hombre ser comido por los animales.

Los locos

Los locos

Nos encierran y nos llaman locos, y nos señalan por la calle. Se ríen de nuestra forma de hablar, de nuestros modos de caminar, de aquellos amigos que se fueron o nunca existieron, de quienes no podemos despedirnos, de las voces en nuestras cabezas que nos dicen qué hacer.

Olvidan que ellos pierden sus vidas haciendo lo que no desean hacer, que hablan con gente que existe de cosas que no existen, que caminan todos iguales, que venden sus vidas por pedazos de papel y de metal, que ellos tienen voces en sus trabajos que les dicen que hacer.

Olvidan que Dios habló a Noé, a Moisés, a Abraham. Pero ellos eran profetas, iluminados, santos. Ellos no estaban locos.


Quiero encerrarme en un manicomio, quiero recluírme conmigo mismo, y mis voces. Que los locos se queden fuera.

 

Aclarando

Acá sigo, no me he muerto (lástima), sigo vivo (quién sabe por cuanto), y medianamente felíz (por eso ya no escribo).

 

La vida me absorbe. Soy voluntario en una página, y como co-administrador, editor, traductor, moderador, semi-programador, creativo y un largo etcétera,  me consume mucho tiempo.

La vida me absorbe. Me absorbe la vida.

Deliciosas permutaciones que resultan tan divertidas, tan útiles, tan declarativas. Tan ciertas. Gracias a ellas he logrado algunos de mis mejores pensamientos, o frases, o una iluminación mental que me hace reírme de la gente común,ciega, absorbida su vida por el mundo que la rodea.  Y es que lo raro es tener un minuto para estar realmente sólo, dormir bajo un techo endeble, mientras alrededor de tu cama improvisada, o camastro, o el humilde suelo, los rayos de una tormenta eléctrica suenan como pasos de gigante sobre tu cabeza. Anoche tuve una experiencia similar.

Un rayo destruyó un aparato que suministra electricidad a mi casa, y durante dos horas no tuve nada más que hacer que oír la tempestad rugir sobre el porche de mi casa, maravillarme de la lluvia, observar el fuego azul de los relámpagos, y en varias ocasiones asustarme con los rayos que caían a treinta o cuarenta metros, en un pararrayos cercano. El sueño me venció entonces, trayendo una bella inconsciencia, acunada por las vibraciones de las descargas cercanas, arrullado por el murmullo suave y fresco de la lluvia en las baldosas del patio. Así es como he venido a darme cuenta de lo que pierdo cuando mi "vida" me absorbe la vida.

 

Consecuencia lógica

De niño, en la escuela todos me traían de su puerquito. Por eso crecí hasta convertirme en un verdadero cerdo Todo bien

Curiosidad

He encontrado, buscando en Google, una discoteca llamada Dark Reed SL, con base en las ciudades de Málaga, Marbella y Nueva Andalucía.

Sólo aclaro que no tengo ningúna relación con esta empresa, que el nombre que he elegido para mi blog es una combinación de mi sentimiento de pertenencia al género o movimiento dark, y el caso de abducciónes alien de un hombre llamado Jhonnatan Reed, que luego se descubrió como un caso de fraude. Tampoco tengo relación con otras empresas o productos, ya que no lucro con mi nombre (sn embargo, se aceptan propuestas de editoriales) :D

Frasecilla ingeniosa

El argentino: Una pronunciación aguda para personas obtusas.

El Dark Optimista

Hoy sentí de nuevo una sensación muerta hace mucho, que no pensaba que reviviera en mí. Un burbujear en el pecho, un borbotón de sentimientos cálidos, un amor profundísimo por la humanidad en general. El deseo de ser un ente sobrenatural, el de poder curar, el deseo de anestesiar, de hacer olvidar el dolor, de dar amor de todas las formas imaginables, de dar tranquilidad y felicidad. El deseo de curar a las personas que sufren, que pierden diariamente, de reconfortar a quienes se saben deshauciados, de interrumpir por un día, por unos minutos, el círculo de la vida.

El deseo de permitir a todos alimentarse del sol, de la tierra, del amor. Como en la película Cocoon, el deseo de poder comunicarme con ráfagas de sentimiento puro, de "compartirme" íntimamente en una unión más profunda que la de la carne y el semen y la saliva y el sudor y todos los demás fluídos. Un momento Zen que se prolongue unos días, unas horas, unos minutos aunque sea.

Sin embargo, sé que no lo haré. Sé que lo que deseo está fuera de mi alcanze, de que nadie puede hacerlo. El amor a la vida que siento no es sino mi pan de cada día, un pan del que no he comido, pero que sigo oliendo y tratando de ignorar. Y es que es doloroso que tus sentimientos se desvanezcan al contacto con la realidad. Que el fuego del amor se apague, que no queden sino los rescoldos y las cenizas, que tengas que tragarte la fantasía del bienestar. Es mi lado de escritor el que me dice que la vida no es así. Que mis fantasías de deidad benigna no son sino la imaginación que vaga por mi mente, el eco de cientos de películas, de noches de ver el sufrimiento en los noticieros de último minuto. Mi lado cínico, mi lado Dark, despierta entonces.

Ya he dicho que no soy el tipo de dark que cree en el diablo, aquél que reza de su biblia negra por las noches, el que sacrifica animales, el que se viste de negro, se tatúa y se maquilla. Soy un dark por dentro, aquél que sabe que el amanecer que vé sólo traerá otra larga noche. Aquél que debido a su conocimiento de la gente, del alma de las personas, de las leyes de la vida, sabe que su felicidad no durará, que las luces del día borrarán sus sueños, que las ilusiones se desvanecerán tarde o temprano, y sólo quedará la maldita luz que lo ilumina todo, que lo despoja de su romanticismo, de la duda, de la posibilidad de que lo que ve sea algo diferente.

Creo en la gente, en que trata de hacer lo posible por su bienestar, en las buenas intenciones. Sin embargo, también soy capaz de ver, como leí en uno de los cuentos de Perro de Luz, de Gerardo Sifuentes, que "es increíble la cantidad de maldad que la gente guarda en su corazón con tal de alcanzar la felicidad". La gente hará lo que sea por ser feliz, y es entonces que su alma, esa vela de la noche, lanza una luz que oscurece más cuanto más cerca esté de otras luces.

El escribir no pondrá la comida en mi mesa. Tendré que trabajar como todos para seguir existiendo. La creatividad de mi alma se verá enfocada hacia nuevas formas de satisfacer mis necesidades, de ganar más dinero, de mantener unida a una familia, de perder mi individualidad para mantener girando los engranes de un sistema del que nadie puede sustraerse. Y aunque no pueda vivir de escribir, seguiré haciendolo, no como trabajo, sino como una forma de compartir mi amor a la humanidad, de comunicar sentimientos puros, de curar a las personas que sufren, que pierden diariamente, de reconfortar a quienes se saben deshauciados, de interrumpir por un día, por unos minutos, el círculo de la vida...

Vale la pena?

Hoy, al llegar a mi casa, me encontré en la puerta al vecino, hablando con unos Testigos de Jeovah.

No sé qué me impulsó a hablarles, a decirles que Dios, si existe, es uno, que no hay más que uno, con diferentes nombres, que si no ha muerto no se ocupa ya de nosotros, que sus creaciones hablan por él, pero que ninguna de ellas expresa sus veraderas palabras. Que la biblia, el corán, el libro del tao, son sólo letras y palabras escritas por aquellos que hablan en nombre de Dios, que no saben lo que Dios piensa o quiere, que sólo se han dedicado (en el mejor de los casos) a escribir un libro con buena voluntad, tratando de ayudar a la gente a vivir mejor.

Que los profetas escriben y dictan las filosofías que ellos consideran mejores para su pueblo, que los líderes religiosos han olvidado o vendido la religión para consagrarse a sus Iglesias, al culto vacío donde han encerrado la idea de un ser superior. Que desde las palabras de Jesús, de Bhudda, de Mahoma, de Zaratustra, ha pasado mucho tiempo, y que sus palabras han sido manipuladas por cientos de personas, que tal vez ya no son las mismas, o que simplemente sus bases principales ya no sirven para los tiempos en que vivimos, tiempos donde no importa el prójimo sino el dinero, donde los medios te venden mujeres como si fueran fruta de temporada, de las que conservamos la cáscara y tiramos el relleno, como flores que hay que reemplazar si se marchitan.

No sé que superior fuerza me llevó a contarles de los hermosos amaneceres, de las cálidas noches que vivo en brazos de una dama a la que no he desposado, a la que amo más que a mi vida, pero que no está legitimada por ningún papel o consagrada en otro altar que el del amor que nos tenemos. De las deliciosas noches de ebriedad y hartazgo que he pasado acompañado de los amigos, de las mujeres que me han dejado nada más que un beso y el recuerdo de sus sonrisas, de las mujercitas, biológicas o artificiales, que se desnudan y se abrazan en todo el mundo, amándose tanto como hombre y mujer.

No sé si fué la fuerza de mi conciencia, de mi hartazgo ante esa sociedad, de la vida que bulle en mí, del amor a la naturaleza, a la pureza de las cosas inocentes, que suceden sin darse cuenta o sin importarles lo que se diga de ellas. O si fue mi lado oscuro, que ama la lascivia, los placeres, la ternura perversa y hermosa que encierran las sonrisas.

No sé qué me impulsó a hablarles. Pero no lo hice. Entré a casa, pensando en esa calidad dual de la esperanza, que puede ser la mayor bendición o maldición del ser humano, eso que les dice a los religiosos, a los que fervientemente creen en lo que hacen, que es lo correcto. Valdrá la pena creerlo?

La socedad nos odia...

La idea de ser Dark de corazón no es vestirse con ropa negra (aunque es un color bonito), ni pronunciar frases pseudo-intelectuales. Ser dark es amar la vida, al contrario de lo que muchos piensan no somos suicidas. Tampoco despreciamos al Hombre. Susanita, de Mafalda, dijo una vez "Yo amo a la humanidad, lo que me revienta es la gente". Y así es.

El Hombre (como especie, que también a la Mujer se le quiere), es el mas maravilloso de los animales. Sin embargo, toda característica favorable que pueda tener como individuo queda opacada automáticamente por lo que hace cuando está en grupos. Andando desnudo en soledad, al estar en presencia de otros se cubre, y si no le es posible, se incomoda. Cuando está solo, no tiene que compartir. Cuando está en grupos, no quiere compartir, y llega incluso a arrebatar a otros lo que desea para sí. Si la maldad del hombre existe en su corazón, la luz de otros ojos la vuelve notoria.

Una vieja cita

La escribí al día siguiente de un cumpleaños, durante una clase aburrida:

 

“Los adictos a la memora son fantasmas que se alimentan, que se nutren del tiempo, espectros ausentes de la realiad, son bestias que matan y esperan a que la carne se pudra para devorarla” (Dark Reed, 17 de febrero de 2005)

Crueldad

No hay crueldad en la naturaleza

Sólo una implacable eficiencia.

Cambios

Las primeras batallas fueron mas bien emboscadas. Entonces nadie sabía que se estaba librando una guerra, sólo notaban que las personas de repente desaparecían. Eran, mas que nada, ataques a los barcos que salían de Fort Lauderdale, Florida, o desapariciones de pesqueros que se aventuraban mas allá de las zonas seguras de los mares de Puerto Rico.

Sin embargo, una vez que los humanos fueron pesados, medidos y juzgados, los ataques comenzaron a mayor escala. Los muertos o desaparecidos aumentaron, las naves se perdían, y el misterio aumentaba. La explicación llegó cuando ya nada podía hacer.se

El dispositivo submarino Ictis Oceanica, un batiscafo estadounidense diseñado para tomar imágenes profundas de las negras aguas al sur de las islas Bermudas, fue el primero en captar a uno de ellos. Los marinos analizarían la cinta una y otra vez, luego de sacar del agua los trozos amarillos del sumergible.

En ella se veía a una creatura alargada, cubierta de un caparazón córneo, rugoso, orgánico, que estaba a su vez contenido parcialmente en una armadura mecánica.

Por aquella época Jorge tenía veintitrés años, estaba enamorado y quería casarse con Andrea, su novia de la preparatoria. Ya habían hablado de eso, y planeaban su futuro en la capital del país, ella diseñadora de modas, él publicista. Sin embargo, sus proyectos debieron de esperar, cuando los Acuáticos salieron de las costas un diciembre, enfundados en sus armaduras de potencia, en sus trajes electrónicos, en sus anfibios de guerra.

Se intentó de todo. Diálogos, balas, bombardeos desde el aire y armas tóxicas. Miles de los suyos caían, pero siempre tenían la ventaja de los números. Si uno de ellos moría, del agua salían dos para reemplazarlo, y antes de morir hacía detonar su armadura y disparaba todas las balas posibles, provocando decenas de bajas humanas.

Las playas dejaron de ser seguras en marzo, pues todas ellas eran usadas como líneas de frente. La humanidad civil se refugió en las montañas. Andrea y Jorge pasaron a formar parte de un grupo de refugiados en la cordillera de los montes Himalayas, llevandose lo poco que podían. La vida era dura, los yaks inmanejables, pero se adaptaban lo mejor que podían. En el interior de las casas, contruídas con madera donada por el gobierno chino a la ONU, su amor se fortaleció. Hacia el octavo mes descubrieron que ella estaba embarazada.

La idea general de establecer los campamentos de refugiados en los Himalayas era que, con criaturas cuya vida basada en el agua, el frío sería una defensa adicional. Sin embargo, era un arma de dos filos. El campamento contaba al inicio con cinco mil personas (al igual que los otros cuarenta campamentos establecidos en sitios estratégicos alrededor del globo), entre médicos, ingenieros civiles y personal militar. Al pasar un año quedaban menos de la mitad. Algunos perecieron por congelamiento, neumonías, caídas de los altos picos. Otros, solo desaparecieron.

Cuando el embarazo de Andrea comenzaba a notarse, al quinto o sexto mes, llegaron noticias. Las fuerzas humanas estaban siendo aniquiladas, ya no habría mas suministros de provisiones, y corrían rumores de que los civiles refugiados serían reclutados obligatoriamente para ayudar a proteger las pocas plazas humanas que quedaban.  Esa noche, Andrea y Jorge robaron un arma, dos yaks y un maletín médico, bajaron la ladera del peligroso K2 y huyeron al este por los fértiles valles hacia territorio chino.

El terreno cambió pronto, de los valles donde aún florecía el arroz y el miso a una fronda perpetua de bambú. La mayor preocupación eran los tigres (habían matado a dos en una semana, y los comieron mientras duraron frescos) y la falta de agua potable. Por donde pasaban las aldeas y ciudades habían sido ya arrasadas. Durante un tiempo vivieron ocultos en las ruinas de los edificios de la vieja capital de Sichuan, Chengdu, subsistiendo de la comida abandonada en las tiendas, en los refugios antibombas, en los búnkers del ejército y, cuando todo eso se acabó, de las ratas y lagartijas.

Durante ese tiempo vivieron sintonizados al mundo con un viejo radio de baterías, un viejo teléfono satelital y la radio de onda corta. Sin embargo, los lejanos murmullos que llegaban del espacio anunciaban los avances de las tropas de los Acuáticos, y su invento mas novedoso: un rastreador de humanos. Allí donde llegaban, encendían el aparato y sabían donde estaban. La noticia la traía un americano que había evitado del radio de acción del aparato por un par de metros. Fue el único sobreviviente.

Todas las noches Andrea y Jorge se tendían en la hierba que rodeaba las ruinas del Monasterio Wenshu, encendían la radio y el teléfono satelital y se comunicaban con los pocos sobrevivientes humanos del mundo. Cuando nació su hijo, el mundo entero lo supo, y decidieron ponerle un nombre. Alexander.

Con el paso de las semanas, más y más Acuáticos salieron de las profundidades del Triángulo de las Bermudas, decididos a erradicar a la plaga humana. Los Budas rotos de Wenshu nos daban cierta protección, y los cientos de edificios (ahora llenos de basura, por el paso de miles de refugiados) estaban llenos de basura, de sangre, de cadáveres, de ratas, zorros  e insectos.

Con el tiempo las transmisiones se fueron apagando, cada vez menos gente en la línea, y (suponían) en el mundo. Lo lamentaron mucho, pero no había nada que pudieran hacer. Proseguían su vida de siempre, Jorge incluso había cavando un canal que llevaba agua desde una tubería rota a una fuente del templo, y Andrea había empezado a criar ratas para tener "comida limpia".

Era de noche cuando los Acuáticos llegaron, y Jorge, Andrea y Alexander dormían. Jorge alcanzó a percibir un zumbido eléctrico, y vió el rayo naranja que le apuntaba. El rayo hendió el aire dos veces más, y entonces sólo quedaron sobre la Tierra los crustáceos, enfundados en sus armaduras brillantes, proclamando la gloria del Imperio Sub-Acuático.

Poco a poco, las cucarachas fueron desapareciendo de la habitación donde los tres últimos cadáveres humanos sen enfriaban, para dejar el terreno libre a la nueva especie dominante en la Tierra.

Autoentrevista a un escritor (por un psicólogo) 27/08/08

El psicólogo se encontraba sentado en su silla de siempre. La habitación, una réplica de los consultorios de los psiquiatras privados del mundo entero, era íntima, oscura, hogareña. Podría haber sido (y de hecho era) una oficina de psiquiatra de cualquier parte del mundo. Una alfombra verde mullía los pasos de los pacientes, y un diván negro permitía al entrevistado en turno, el escritor Dark R. Reed, explayarse sobre su vida.

- Se encuentra cómodo?

- Sí doctor, gracias.

-Antes de empezar, hay algo que pueda hacer para que se sienta cómodo?

- Puede cerrar las persianas? La luz ha llegado a molestarme los últimos días.

El doctor se levantó y jaló del mecanismo que cerraba las persianas, dejando sólo la luz necesaria para poder tomar notas en su vieja libreta verdinegra. Inmediatamente después anotó la petición. Podía significar algo.

- Y bien, señor Reed, comenzaremos con una pequeña entrevista. ¿Ha llenado ya el formulario que le dió mi secretaria? oh, bien, gracias, haga el favor de dármelo. - Echó una ojeada sobre los datos personales. Sin embargo, al verlos empezó a sentir como si éstos no fueran importantes, y su mente los desechó segundos después.- Bien señor Reed, dígame, ¿qué lo trae por acá?

- No lo sé realmente doctor. Verá, ultimamente he empezado a sentirme extraño. La vida ya no es todo lo rara que era...

- Mmmm... a qué se refiere?

- Verá doctor, yo soy escritor aficionado y estoy estudiando una carrera universitaria. Siempre he tenido muy buena imaginación, y era siempre capaz de sacar una solución novedosa para cada cosa que surgía mientras escribía. Un personaje, una situación, una explicación que resolvía todo, pero ahora.... Bueno, no se me ocurre nada. - La mirada de desesperación de su rostro delataba que aquello era importante. El doctor tomó nota.

- Bueno, no veo el problema, seguramente será usted muy bueno para otras cosas. En la vida no todo es escribir. Qué tal si por ejemplo intenta practicar algún deporte? Tocar un instrumento? El baile es un buen método para sacar el estrés...

- No lo entiende doctor? Escribir es mi vida... No puedo dejar de escribír.... invento una historia, y quiero ver como acabará... es más, he construído personajes o mundos completos para una historia, los voy detallando tanto que al final me convenzo de que existen. Y claro, a veces pienso en ellos y me pregunto cómo les estará llendo, y de repente estoy sentado de nuevo frente al teclado, escribiendo, y me sorprendod e lo mucho que avanzan con sus vidas y personalidades mientars no estoy. Y las descripciones son otra cosa. Puedo oler, ver, sentir todo lo que ellos sienten, saborear las comidas, saber lo que piensan incluso los animales que tienen cerca...

- Eso raya en la obsesión...

- Y sin embargo son importantes. Por ejemplo, sin ir mas lejos, si yo no lo hiciera, usted no existiría.- Una sonrisa macabra se dibujó en los labios del escritor.- Yo lo estoy imaginando ahora...

- Tanto que mejor, tanto que mejor -dijo el psicólogo, dejando sorprendido a Reed.- Supongo que entonces podré hablar con usted respecto a algunas cosas que me han preocupado en los últimos minutos.

- ¿A qué se refiere? - Dijo Reed, aún sin poder creer que el galeno se tomara el asunto tan natural - Qué quiere decir con eso?

- Pues - Dijo el doctor, arrellanandose en un sillón- por ejemplo eso... "Dijo el doctor"... Una acotación perfecta, con la cual caigo en cuenta de que uisted no se ha molestado en ponerme un nombre. ¿Por qué? ¿Soy acaso para usted uno de esos "personajes" o herramientas creativas que lo resuelven todo? ¿No merezco acaso una pequeña cantidad de tiempo de descripción para usted? No ha dicho como son mis rasgos, y me ha hecho olvidar los suyos. Veo que para usted el anonimato es importante. ¿Por qué? Digo, evidentemente usted se toma el trabajo de publicar esta historia, y le gusta el reconocimiento de los que lo leen. Entonces, ¿por qué desea permanecer anónimo?

- Bien, entonces iré describiendole a usted lo que me ha pedido. -Dijo Reed, adoptando una actitud altanera. - Primero, me ha pedido un nombre. Bien, le pondré uno, el que a mí me guste. Se llama usted desde ahora el doctor Pinder. Edward Pinder. Nació en una pequeña aldea agrícola cerca de la capital del país, vio morir a su padre al caerse del techo del granero mientras sufría un ataque de esquizofrenia, y su madre se volvió a casar poco despues con un granjero de nombre Phineas. La tragedia de su padre lo hizo resolverse a estudiar psicología, y cursó la carrera con honores. Después de eso puso su propio consultorio, se casó con su novia de la Universidad, Jenny -Mientras pronunciaba el nombre de Jenny, una fotografía de una hermosa rubia de mediana edad apareció sobre un escritorio de madera amarillenta que el doctor habría jurado que un momento antes no estaba en la habitación. El doctor se acercó a contemplarlo. La madera estaba sólo barnizada, y la falta de pintura permitía apreciar las vetas de las tablas, y un grano café en el centro. - Adelante, puede inspeccionarlo.

Edward Pinder abrió los cajones. Era un escritorio magnífico, por cierto, imaginado con todo detalle. En el cajón superior incuso había algunos utensilios personales, como un peine de plástico negro, un cepillo de dientes un poco usado, tres bolígrafos de distintos colores, un trozo de papel higiénico arrugado y la llave que abría los cajones inferiores, donde después de batallar un poco con la cerradura, el doctor Pinder encontró los archivos de pacientes anteriores.

-Asombroso. Sin embargo, permítame inconformarme. Yo nunca quise ser psicólogo... La verdad, deseaba aprende a programar computadoras. Y no me gustan las rubias.

-Usted será lo que yo quiero que sea. - Dijo Reed, un poco enfadado - ¿Se imagina como jugará golf si le falta un brazo... digamos, perdido en un accidente de avión hace unos años?. Y la calvicie, claro... esa es por herencia, todos del lado de su padre son calvos. -Una sonrisa le decía al doctor Pinder que Reed sería capaz de cumplirlo. Decidió abordar el tema de otra forma.

- Y bién... ¿en qué le beneficiaría eso, señor Reed?

- Lo haría mas interesante como personaje. La gente quiere leer sobre las desdichas de otros... No hay un solo libro que comienze con la frase "y fueron felices para siempre". A la gente le gusta leer los problemas de otros para olvidar los suyos.

- Bueno, en ese caso, si es usted tan bueno para crear historias, por que desea el anonimato?

- No sé... tal vez me falta autoestima. Tal vez piense que si tengo fama, o amor, o felicidad, tarde o temprano dejaré de estar en contacto con esa parte depresiva que me permite onocer los sentimientos de la gente.

- ¿Usted lo cree realmente así?

- Ya me pasó una vez. Así que, por el momento, pienso hacerlo tan desgraciado como pueda. Tal vez a la gente le agrade.

Lo que Reed no recordaba era que sus personajes eran tan buenos, que cuando dejaba de concentrarse en ellos hacían cosas que él nunca se hubiera imaginado que hacían. Sin que Reed se diera cuenta, el doctor se lanzó sobre él y le apretó el cuello, con una mirada salvaje en los ojos.

- Déjeme ser libre al fín, no quiero ser psicólogo... No quiero... no quiero .-Decía Pinder, mientras apretaba mas y mas fuerte. En cierto momento Dark vió una mirada de triunfo en los ojos del doctor, y supo que éste había extraído de sus recuerdos la forma en que los soldados le rompían a sus enemigos el cuello. Sintió un repentino tirón en el cue

 

La sacralidad del cuerpo.

Casi todas las religiones constituídas dan al cuerpo una preponderancia mayúscula en su ideología.

Los cristianos los entierran.

Los vikingos los quemaban.

Los egipcios los preparaban para que duraran varios siglos.

Y así. Incluso los derechos fundamentales de los individuos están basados en la sacralidad del cuerpo, en su visión de algo moralmente inviolable. Aquél que viola a alguien, invade por la fuerza un cuerpo que no es suyo, lo de-sacraliza. El que mata, impide el funcionamiento correcto del cuerpo de un igual. El que secuestra, roba un cuerpo. 

 El que daña, el que prostituye, el que comercia con cuerpos o vidas humanas. Todos ellos infringen la regla fundamental de una sociedad: el respeto al prójimo, a su integridad, a su vida. Aquél que viola esta regla es tratado con desprecio, llegando a veces hasta a pagar con su vida.

 El asunto es que, a diferencia de la religión, hay gente a la que no le preocupa si el cuerpo humano ha sido creado por dios, o si la falta a la regla es un pecado. Se rigen sencillamente por el respeto a los demás y a su derecho de existir de forma íntegra. Nunca cortarían un dedo a alguien para pedir un rescate, o romperían las piernas a un hombre para cobrar una deuda, o violarían a una mujer en venganza a un despecho.

El acto de lastimar a otro no es viable. La vida es ya suficientemente dolorosa como para hacerla aún peor lastimandonos entre nosotros. Y el que lo haga, no puede ser llamado un ser humano.

Así me pasa siempre

De mercenario de amores

ya otras veces he ejercido

pues la desgracia he vencido

y ya pasadas las peores

dice la dama de amores

que ya no soy requerido.

 

¿Es que acaso no he cumplido

con liberar de la reja

a la beldad que se queja?

¿Cuál recompensa he tenido

tras haberles ofrecido

mi alma en una bandeja?

 

Tan solo verlas marchar

con almas y pies ligeros

con apuestos caballeros

que, sin salir a luchar

se aprestan a cosechar

lo que a mí me cuesta el cuero

 

No hay razón que dé sustento

a que siempre sucediera.

Le pido a Dios que quisiera

que si mi amor doy a cien

y esas cien me hacen desdén

otra haya que si lo quiera.