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Dark Reed

Del Paraíso, la Creación del Hombre y su caída de los cielos.

   El hombre despertó, y se dió cuenta de que se daba cuenta. Miró alrededor. Trozos grandes de carne y piel hacían un cuerpo, y un montón de cuerpos componían una manada.  Y se dió cuenta de que era SU manada. Y se dió cuenta de que ellos no se daban cuenta. Eran más que animales, eran menos que él. Miró alrededor... de nuevo. Salió de su cueva entre las hojas. Animales, muchos animales. Un vasto campo verde, al parecer creado para que él, y solo él, lo disfrutara, ya que era el único capaz de hacerlo.
   
   Vagó unas horas, disfrutando esas nuevas sensaciones, de los nuevos olores, de los sabores, siempre distintos.

   La mujer despertó, y se dió cuenta de que se daba cuenta. Miró alrededor. Trozos de carne se apiñaban en el suelo, formando cuerpos que respiraban, que roncaban. Y lo vió a él. Se dió cuenta de que él también se daba cuenta. Estaba sentado, viendo hacia afuera. Él la miró, y vió que ella también era capaz de disfrutar lo que había afuera. corrieron por los grandes campos verdes, comiendo las frutas de los árboles. En cierto momento él la tocó bruscamente. Ella cayó al piso, quejándose de esa sensación que nunca había podido explicar. Ahora podía. Se sentía... raro.

   Al mismo tiempo, en la cabeza de él, hubo un sonido. Era una voz:
- Has hecho el Mal. La has lastimado. A ella le Duele.

   Entonces él se sintió mal a su vez. Por qué esa voz lo castigaba? Éra acaso la voz del poseedor del campo? Sería acaso que antes no la había oído, cuando pensaba que era libre, que comía cuando sentía hambre, que bebía cuando tenía sed, que se preocupaba solo por el Ya y el Ahora, y olvidaba después?

   Era acaso algo que tenían las frutas? Habría comido algo que le había hecho daño?

   Ella se levantó. Él trató de explicarle lo que sentía, pero el dolor de ella era superior. Él volvió a mirar, y vio entonces la Gran Barriga, y el charco a sus pies.

   Un trozo de carne comenzó a salir de ella. Un trozo grande y peludo. ¿Acaso ella había comido algo que le había hecho mal, y ahora lo defecaba?

   No. Lo vio mejor. Era un Cuerpo. un cuerpo pequeño. Una versión reducida de lo que era ella. Una versión diminuta de lo que él sabía que había visto en el río esa mañana. Era un como él, pero diferente.

   Sin embargo, ella aún gemía. La voz le decía:
- Ve, rompe un animal hasta que se detenga. Dále pedazos a ella. Los necesita.

   Él comenzó a obedecer. La voz parecía saberlo todo. Lo veía todo. Estaba en todas partes. No podía librarse de ella. Cuando él hacía algo, la voz le decía si estaba bien o mal. Cuando decía bien, él se sentía eufórico, orgulloso. Cuando decía mal, el sufría.

   Así fue como, uno a uno, los trozos de carne de la manada comenzaron a salir de aquél estado puramente animal donde habían siempre felices, donde no sabían que era el dolor, donde no distinguían el Bien del Mal, y entraban en este mundo de dolor, de luz, de formas. Y él les habló de la Voz. Muchos no captaban la idea, pero poco a poco comenzaba a escucharla también.

   Esta voz era su conciencia. Y cuando el hombre cobró autoconciencia, cuando pudo levantarse y gritar "YO", y comprender qué significaba "YO", y que había otros YOes, empezó a conocer el Bien y el Mal. Y una vez que hubo comido ese fruto y digerido los conceptos, nunca mas pudo librarse de ellos, y se vió a sí mismo en un mundo donde a veces los otros YOes lo hacían sentirse mal, done otros YOes querían lo que él tenía y eran capaces de lastimarlo para quitárselo, comprendió que ya no podría regresar nunca a ese Paraíso animal.

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