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Dark Reed

La bomba

Desperté y fui directo a mi computadora, solo para cerciorarme. Nada. Previsible. Disco duro vacío, circuitos a medio freír. Saqué una PC nueva de la bolsa antiestática y la revisé: en blanco. Tomé un CD de la torre y reinstalé el sistema completo . Sobre la cama había un monte de discos recien quemados la noche anterior, respaldos de toda una vida de cibernáutica. Música, juegos, programas varios. Sobre el escritorio, junto a la antigua comptuadora, una taza de café vacía, una hoja de control para anotar los programas y aplicaciónes ya respaldados y un Game Boy debidamente protegido contra la radiación.

Deje copiando algunos discos y fui a la cocina. La radio era ahora solo ruido blaco. Ninguna emisora al aire. Tomé una dona y llené otra taza de café. No había agua en el grifo. En la calle (vivo en una esquina) los semáforos no funcionaban, y el cadáver de mi vecino yacía ensangrentado en la banqueta, junto a su escopeta. Otro crédulo histerico. Mi colección de películas se había echado a perder (debí respaldarlas en DVD), y eso era la única pérdida que lloraba, pero supongo que a otros les fue peor.

Una bomba de pulsos electromagnéticos lanzada por iraquíes, palestinos, o tal vez extremistas chinos, había hecho impacto en el centro de Estados Unidos de Norteamerica. La antes superpotencia es ahora un amplio territorio medieval, sin computadoras, sin radio ni televisión. Muchos perdieron sus empleos, su forma de vida, sus teléfonos celulares, y ni siquiera las ultratecnificadas imprentas de alta resolución funcionan. Fue raro salir a la calle y no encontrar anuncios luminosos, puestos de peródicos o televisores en las tiendas. Algo malo debía de tener ser los vecinos de los putos yanquis. La T.V. había anunciado el ataque, pero los aviones de la defensa cayeron en el glorioso suelo norteamericano cuando la onda magnética alcanzó las computadoras de a bordo. Yo tomé mis precauciones.

Ahora el mundo vuelve a depender de los libros, los chismes, las caminatas y el ajedrez, porque ni los teléfonos funcionan. Creo que iré buscando mis viejas canicas para retar al hijo del vecino. Tal vez después del funeral.

18/01/05

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