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Dark Reed

El Miedo

Algo Raro...

...que me sucedió ayer. Estaba en un hospital, y para variar la madre amenzaba al niño con jeringas. Le dice la madre al hijo, que juega en el piso:

- Oye, levantate!! Oye, allí viene la enfermera, mira, allí viene la enfermera y si te mira en el piso te va a poner una inyección.

Lo raro fue la reacción. El niño seguía jugando.

- Mira, allí viene la doctora. Te va a poner una vacuna.

El niño, igual, golpeando el piso con las manos. Después de unos minutos, se puso a lamer una de las puertas de cristal. Yo le dije:

- ¿A que sabe el vidrio?

La madre se dió cuenta de lo que hacía el niño, y lo retiró del vidrio. De nuevo lo amenazó:

- Mira, ya no sigas lamiendo eso. Está sucio. Mira, allí viene el policía.

Y el niño se volvió hacia el vidrio, y le dió otra lamida. La madre no sabía que hacer. Le comenté:

- Ese niño no le tiene miedo a nada. Ni al policía, ni a la inyección, ni a los doctores.

- Sí. Ya no sé que hacer con él.

Y haciendo gala de mi humor y mis pensamientos, le confesé:

- ¡¡¡¡Ese niño es mi heroe!!!!

El tigre se va, pero el miedo permanece

Disculpen la falta de ilustraciónes y artículos, es que ultimamente la rutina me aplasta de una forma tan obsesiva que no he tenído tiempo de entrar. La verdad es que la rutina es una forma de protegernos del miedo al cambio, miedo que se nos ha inculcado desde siempre, ya sea por la sociedad o el gobierno, pero que las personas con algo de práctica han aprendido a abandonar paulatinamente. Justo hoy escuché en un hospital de la ciudad que un niño lloraba, mientras que una madre cercana le decía a su hijo: "Mira a ese niño, está llorando porque lo inyectó el doctor" Yo solo la miraba y pensaba: "Que mujer tan irresponsable. El niño odiará las inyecciónes el resto de su vida, y todo porque ella fue una mala madre que prefería espantar al niño antes que afrontar su deber de mantener al infante quieto".


Y este caso no es único; conozco a una mujer cuarentona a la que su madre "controlaba" diciendole que si no se metía a casa antes de que sonara la sirena del cuartel de bomberos (6:00 PM) un hombre con un costal de harina vacío la derribaría, ataría y secuestraría, y que jamás volvería a ver su casa. La mujer, ahora casada y con tres hijos, no puede levantarse de la cama llegado el anochecer, pues aún tiene la sensación de que unas grandes y callosas manos la toman de los hombros y el cuello, y la halan hacia el piso de su cocina.

Claro, esta clase de miedos pueden catalogarse de infantiles, pero que tal el miedo al fracaso ("Vas a ser un flojo toda tu vida, te vas a morir de hambre"), a volar (" se caen") y a las arañas, perros,serpientes, etc..


O mi favorito ("es que nos van a invadir los fundamentalistas islámicos armados con anthrax"). Todos estos, miedos infantiles que solo sirven a mamis y papis estúpidos (y autoridades gubernamentales) para obligarnos a hcaer lo que ellos quieren ("Vota por mí")

El que a dos amos sirve...

Es clásico para cualquiera que tenga un sistema de creencias establecido el creer que su dios lo ha abandonado (en muchas ocasiones así es, pero no por antipatía, sino porque nunca existió), o que está recibiendo ayuda divina en un momento malo de su vida. Un hombre que antes se consideraba ateo, al perderse en el monte le rezó a dios (con minúsculas por ser una licencia literaria y no un ente supremo) para que lo ayudara, y después de tres días de caminar en linea recta y de gritar a todo el mundo, encontró una carretera y pidió aventón. Seguro fue dios. O el hecho de que al caminar en linea recta durante tres días tienes que llegar a un lugar habitado.

Ahora este hombre, amigo mío, es un ferviente católico, y antes de salir al monte se encomienda a san Judas Tadeo. Lo interesante del caso es que tampoco creía en el diablo, y si hubiera pedido el apoyo del "Rojillo", igualmente habría encontrado la carretera, y ahora sería un Satánico, Postapocalíptico e Integrado. Es extraño como atribuímos sucesos a cosas que no son, pero lo más extraño es lo crédulos que llegamos a ser en situaciones en que nuestra vida se ve amenazada. Seríamos capaces de hacer lo que sea, de rezarle a dios y al diablo solo para obtener un beneficio que nos salve el pellejo. No desesperen a tal grado, aunque si se sienten cómodos rezando, recen. Pero no olviden también que el hombre siempre se las ha arreglado en esta tierra para salir avante, siendo mono o politeísta, y que lo que importa no es dios, sino tú. Tú eres el que hace esa diferencia, no las paranoícas explicaciones divinas. Mientras tanto, sigue caminando en linea recta dos, tres o cuatro días, y no te sientes a esperar a que dios baje la mano y te ponga en la carretera (o a que el diablo te de un Formula Uno)...

No te librarás de mí...

"...- Pero señor, como pude haber fallado? No solo conseguí el hechizo, sino que derroté a la bestia de la cueva sin problemas. Mi misión quedó completa...
-Pero dudaste, Dana. Sabías que no podías perder, que el hechizo de protección era perfecto, que la bestia no podría vencere aún a pesar de un fallo o incompetencia. Sabías que no te hubiera mandado allá de no saber que estabas lista, y aún así dudaste de tí misma y del hechizo. ¿Como puede alguien confiar en tí si no confías en tí misma..."

Conversación entre el sabio Kuhmm, maestro, y Dana Hare, ladrona, tras el enfrentamiento con la bestia de la cueva de Anntha, en Navegando el Mar de Lágrimas, Ed. Diana, 2003.

El miedo es parte permanente de la humanidad, es una característica esencial que nos hace sobrevivir, pero en una sociedad ultratecnificada es poco más que un lastre. Es una carga social, y a veces un sentimiento real que nos ayuda a evitar el peligro. Hemos reducido el miedo y el peligro a escalas bajísimas, ya sea con armas, instituciones o anticonceptivos, y aún así seguimios desconfiando de ellos. Todo puede fallar (y tarde o temprano fallará) en nuestro sistema de vida. No es mucho lo que podemos hacer para conjurar el miedo, pero es menos lo que intentamos hacer para vencerlo. La gente que tiene miedo a conducir se ampara en las altas cifras de accidentes y crimen en el que vehículos se ven envueltos, e ignoran el gran margen de seguridad de los autos.



Tal vez el mayor miedo no es el de morir, sino el de no hacerlo. El quedar inválidos de por vida, el que la gente se les quede mirando y sintiendo lástima por ellos, y ser un deber enfadoso para la familia. El miedo a no poder moverse, a no tener la libertad que todos tienen, el miedo al desprecio, al asco, a la degradación. Es, simplemente, miedo.



Claro, la gente se escuda en seguros y en cifras para racionalizar sus temores, pero ¿de que sirve? ¿esto nos protegerá? ¿El seguro le dará un padre a tus hijos? ¿le dará a tu esposa el calor que le das tú? Averigualo...