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Dark Reed

Amargo

Amargo es el sabor de una vida que se desperdicia
Que va al negro espacio, vacío.
Barriendo con todo, yendo a la inmundicia
Tiene de testigo solo al ojo mío

Amargo el sabor de nulas fuertes risas
De amorosos brazos, que no lo sostendrán
No hay preocupaciones, y tampoco prisas
Ni esas esperanzas que no se cumplirán

Ella apenas floreciendo
Y yo despertando ya a la vida
Los dos tan jóvenes y ya muriendo

Si me ve hacia abajo ella se vuelve loca
Y no me levanto hasta verla tendida
Y entonces limpio el rojo de mi boca

Y Esperar...

Por Dark Reed

Estoy enamorado de un ángel que no vuela, tan ciego y sordo como yo. Ha caído de la gracia de su padre, aquél que perdonó a una humanidad pecadora no pudo comprender su pequeño “error”.
Quiso ser más hermosa que Dios, y trató de fabricar la vida. Su castigo fue ser expulsada del Edén donde vivía, y lanzada a un mundo frío y hostil, donde fue tentada por demonios y pecado. La vida que había creado llenó por un tiempo su vida de luz, pero se extinguió poco después debido a su naturaleza mortal, que no había recibido un soplo divino. Trató en vano de revivirla, pero la fuerza que antes poseía ya no estaba con ella. Así pues, vagó sola por el mundo, sufriendo.

Su sufrimiento fue tan insoportable que pensó en volver al cielo. La luz del Sol sería su testigo, y un barranco cercano le permitiría alzar el vuelo. Su inmolación fue frustrada por un montón de hojas sobre las que aterrizó. Su vida no ha sido sencilla. Trata de alimentarse como puede, sufriendo por un ala rota. La otra está completa, pero tan falta de uso que ya no recuerda como moverla.



Así vaga por la vida, llorando en el hombro de algún amigo, comiendo de donde puede obtener aquello que necesita. La conocí un octubre, y la melancolía la mataba. Pensaba en volver al barranco. La alimenté, le di un hombro donde llorar, y se alejó entonces. Trataba de encontrar el poder para volver al Edén. Quisiera decir que volverá, más no tengo la seguridad, sino una leve esperanza.



Solo me quedó de ella una pluma, pequeña, pero del blanco más puro. Mi único consuelo es ver ese pequeño recuerdo suyo. Tal vez vaya a buscarla al barranco, pero mientas tanto solo puedo ver pasar en tiempo a través de mi ventana. Y esperar...

La Prisión Perfecta

Por Dark Reed

Nunca construyas una prisión de donde no puedas escapar. Era su frase favorita, pero aún así la ignoró. Son raras las cosas que pasan en este pequeño esferoide de aleaciones minerales al que llamamos mundo. Se había pasado su vida encerrando personas en sus prisiones, cada una única y hecha a la medida. Cada una perfecta. Varias veces estuvo a punto de quedar encerrado, pero siempre había una puerta, un hueco, una llave maestra que le permitía salir.



Las más peligrosas fueron las primeras. La inexperiencia lo hacía tener errores que ahora consideraría ridículos, pequeños tropiezos en el camino a la celda perfecta. Solo atrapaba en ellas a aquellas personas a quienes consideraba dignas. Le parecía sucio el trabajo de los mercenarios, quienes atrapaban a quien fuera por una recompensa que les duraba tan poco tiempo. Él se encargaba personalmente...



Varias celdas se habían cerrado sobre sus presas, y un pequeño álbum le recordaba sus pasadas victorias. Muchas víctimas se sentían halagadas de haber sido atrapadas por él, pero la sonrisa no les duraba mucho. Él entendía por qué. A él mismo no le duraba mucho la satisfacción, y entonces tenía que buscar a alguien que llenara el hueco de la siguiente cárcel. Y ahora, él mismo encerrado la trampa que forjó.



Había estado tan emocionado... Una presa esquiva había reavivado la emoción de la cacería, recordándole aquellos momentos de su juventud, cuando se aventuraba entre las sombras de los callejones, entre los autos viejos y destartalados, buscando refugio en los quicios de las puertas con la única intención de tender la celada perfecta, el golpe definitivo o simplemente tantear el terreno para satisfacer esas ansias que sentía de llenar el vacío en aquella cárcel.



Había empezado a los diecisiete años, soslayado por una sociedad que le prohibía cazar en el papel, pero en la acción simplemente volteaba hacia otro lado. Si había problemas con la autoridad, solo tenía que esgrimir una de sus armas favoritas. Un billete de doscientos acallaba la ley, y casi nadie se resistía al dinero en esos tiempos.
Ahora, a sus cuarenta años, no necesitaba ese tipo de trapicheos. Obtuvo un permiso de la sociedad para cazar personas. ¿Importa realmente cuantas salgan lastimadas? Si él tomaba lo que nadie quería, lo que el resto de la sociedad desechaba, ¿Podían realmente culparlo? Tal vez ellos hayan hecho lo mismo alguna vez. La cacería de personas había estado de moda algunos siglos atrás, practicada por la burguesía. En esos tiempos jóvenes y señoritas se disputaban las mejores presas.



De vez en cuando da una vuelta por sus forzados dominios, sintiéndose desesperado y extrañamente sonriente. Es la hora de pasar revista. Su carcelera le sonríe. Una mujer. Atrapado por una mujer, encerrado contra su voluntad en una prisión de la cuál el había construido los planos.



Ella había sido astuta. Evadía las trampas con gran facilidad, las carnadas que él le ponía no parecían ser de su interés, e incluso las persecuciones por la ciudad la aburrían.



Se escondía en donde le era a él más difícil actuar. Sabía que él cazaba entre las sombras. Lo había estudiado pacientemente sin ser observada, midiendo, calculando. Lo veía actuar en sus cacerías, siguiendo sus hazañas y llevando la misma cuenta de presas que él. Sabía, contados por amigos cercanos a él, los relatos de sus últimas cacerías, conocía que el número de víctimas ascendía a cerca de ciento doce, sabía que sus cotos de caza estaba entre las zonas del centro, y que la oscuridad lo cobijaba. Tal vez por eso se escondía entre la luz, donde él no sabía actuar, donde ella era ama y señora y él solo podía mirarla de lejos, escondido en las penumbras.



Pero todas las luces crean sombras. No pasó mucho tiempo antes de que él la midiera, sopesando su inteligencia y audacia, calculando su recompensa si lograba atraparla. El interés lo movía, y la fama que ella tenía de inatrapable y fugaz le deparaba una reputación sin límites.



Sus colegas se burlaban de él. Le contaban como la habían seguido, cómo la tentaban con joyas, con delitos varios, y su comida favorita: la carne humana. Es bien sabido que en algunas culturas un entretenimiento totalmente legal es devorarse unos a otros, y que las mujeres son las que más disfrutan masticando a sus congéneres. Las razones principales de estos actos, como la envidia, los celos y el simple desprecio no parecían tener cabida en el corazón de ella, pero aún así, la carne humana la tentaba. Y él quiso probar suerte. Se ganó su confianza, un pecado a la vez, cada vez más cerca de las sombras.



Es cerca de mediodía y ella se da otra vuelta. Le lleva un poco de alimento y sonriendo, cura las heridas que le ha causado durante el proceso de su captura. Y pensar que él había creado el instrumento de su perdición, la perfumada pero espinosa cárcel de la que ahora era huésped permanente. Los cimientos de esta construcción podían ser débiles al principio, pero al estudiar a la que habría de ser su huésped original decidió reforzarlos. Incluso había llegado a temerle un par de ocasiones, cuando ella lo hirió en un enfrentamiento, pero eso solo le sugería que ella era alguien digna de su respeto. Su sentencia fue vaga e incierta, justo como las que él había dictado a sus víctimas anteriores.



Al recordar cómo fue atrapado, envuelto en una red untada de miel, lo corroe un extraño sentimiento, mezcla de vergüenza y de orgullo. Un orgullo de jugador honorable, aquél que se sabe perdido y se dispone a pagar su apuesta. Ella lo reconforta, tratándolo con un cariño que hasta el momento él no conocía, pues había pasado su vida buscando otro tipo premios, enfrascado en la cacería por simple deporte, sin ver las implicaciones. Incluso se siente feliz de haber sido capturado por alguien tan hábil. Ya era tiempo.



Ella sabe tan bien como él que lo tiene en la palma de la mano, débil como un gato recién nacido, y está dispuesta a hacerle pagar el precio. Lo tiene prisionero en la cárcel de su propio corazón, el cuál él creía haber dominado, y ahora, a sus cuarenta, enamorado como un chiquillo.
No existe la prisión perfecta, pero el rompecorazones más grande del mundo ha logrado fabricarse una a la medida, y encima, se ha tragado la llave.

El Violín Rojo

Por Dark Reed

Un día, mucho tiempo hace, fue fabricado un violín. No era un violín cualquiera, pues estaba hecho de madera de sauce llorón, cortada de los pantanos lúgubres de la Tierra de los Muertos, en una noche de luna nueva. Lo talló un hechicero resentido, practicante de la nigromancia y poseedor de los secretos de las almas torturadas. Para hacer el cuello del instrumento usó madera de ataúd, fue de hueso el arco, y cabellos arrancados de vírgenes degolladas eran sus cuerdas, dorada una como la luz del día, roja otra como el fuego del infierno, castaña la tercera como la tierra mojada, y negra la última, del color del vacío donde las almas vagan sin poder regresar a este mundo y poder llegar al otro. Durante días trabajó este hechicero, y las noches se sucedían, cómplices mudas del trabajo de aquel hombre que igual capturaba la belleza de las lágrimas de amor, que los lamentos de las almas que no encontrarán la paz hasta el Día del Juicio. Dentro de él las ánimas entraban, depositando sus recuerdos, quedando atrapadas bajo la piel del mago, forzadas a transmitirle el amor, la soledad y la ira que aún contenían. Y fue una noche de luna llena que terminó el trabajo exterior y continuó con la última parte. Grabó ilegibles runas y pronunció palabras oscuras, llamando a los demonios, juntando a todas las almas de la Tierra de los Muertos, a aquellas que vagan aún sin encontrar descanso, y las encerró en ese violín. Tomó entonces una negra daga, forrada de piel de serpiente, y parándose frente al fuego eterno la enterró en su pecho, cayendo la sangre sobre el violín. De esta manera transfirió su negra alma al instrumento, y con ella los recuerdos y esencias de aquellas que bajo su piel había enterrado. Con sus últimas fuerzas tomó una brocha mojada en sangre y cubrió con ella enteramente el violín a modo de barniz, de contenedor de las emociones, y su último aliento se encargó de secarlo.



Entonces quiso la desgracia que, después de mucho tiempo, pasase por allí un bardo o juglar, perdido. Había ido a parar a aquél lugar siguiendo una liebre que habría de ser su cena, pero el animal se había refugiado dentro de un casa cuya podrida puerta habíale servido de entrada. Vio el hombre humo en la chimenea y, pensando que dentro podría pedir comida o donde pasar la noche, traspasó el umbral y hallóse con el cadáver seco y sin pudrir del brujo negro. Años hacía que las llamas ardían y no parecían bajar su intensidad. El polvo y las telarañas cubrían piso y paredes. Queriendo escapar de aquél lugar iba el desdichado a aproximarse a la puerta, cuando su mirada se topó con el violín. Rojo, brillante y de buena madera, resultaba cautivador. “Este pobre hombre ya no lo necesitará, y tal vez pueda con él procurarme unas monedas” pensó “el lugar está abandonado, y no creo que nadie lo eche en falta”. Así que lo guardó cuidadosamente en su morral de cuero y salió de aquél pantanal.



Al día siguiente, caminando por la campiña, divisó a lo lejos un pueblito, y pensando que podría allí ganarse unas monedas, dirigió sus pasos hacia él. Al llegar a la plaza sacó su flauta, tocando la alegre tonada que un pastor de cabras le enseñara, luego su arpa, comprada en un lejano puerto que en su juventud había visitado, y haciéndose acompañar por sus cuerdas entonó un cántico de alabanza a los dioses. Fue inútil, pues el territorio de ese pueblo pertenecía a un tirano ante el cual todo aquél que de sus tierras y pobladores recibiera beneficio debía pagar impuesto. Así pues, los dioses sólo pudieron oír la mitad de su melodía, siendo esta cortada por el sonido de la guardia del señor. Inútil fue su intención de cobrar algún dinero al bardo, pues el pobre nada poseía sino lo que encima llevaba, y así fue como el bardo fue a parar al sótano de la abadía mas próxima.



Triste por su suerte el bardo estaba, a más de hambriento, y al oír los cánticos de los monjes y las profundas notas del órgano lo invadió la tristeza, la soledad y el recuerdo de su pueblo, del cual había salido mucho tiempo atrás. Movido por el sentimiento, sacó de nuevo la flauta y volcó sus penas en ella. Las notas flotaban, tristes y cansadas, y con estas penas a cuestas llegaron a los oídos del abad, que encerrado en su celda meditaba sobre la pobreza del mundo mientras bebía de su Cáliz de oro. Las piedras de su anillo brillaban con la mortecina luz de la tarde, derramando luces sobre sus brocados y su capa de armiño púrpura. Y fue entonces que el abad, movido por la curiosidad, caminó por la abadía entera, pasando por las cocinas donde se horneaba el faisán para la cena, luego por la capilla, donde los marcos de oro de las pinturas multiplicaban la luz de los candelabros de plata y oro que, adornados con diamantes, iluminaban la imagen donde Jesucristo el humilde, cubierto solo con una manta, moría en la agonía de los pobres. Gente pobre que en la villa residía estaba también allí, cubiertos de sucios harapos, piojosos algunos, malolientes otros, y al oír el dulce sonido de la flauta creyeron que eran las trompetas de los ángeles que venían por fin, anunciando el fin de los azotes, el fin del hambre, la enfermedad y el sufrimiento. Y desta guisa quedaron algunos postrados frente al Cristo, y los otros de rodillas, y los que así no hicieron cayeron muertos en medio de la sala, con una sonrisa en sus labios.



Detúvose el abad a contemplarlos unos segundos, y continuó caminando por los sótanos, siguiendo el sonido de la flauta, hasta llegar al calabozo del bardo. Asomóse por la reja de la puerta, haciendo un sonido que alertó al bardo. “No os preocupéis, hijo, y seguid tocando” dijo con voz plácida y dulce. “No puedo, padre” se quejó aquél ”no puedo porque vacío está mi estómago, seca mi garganta y húmedos mis ojos de tanto llorar. Igual de húmeda es esta celda, y triste mi alma. No es modo ese de seguir tocando, porque ¿cómo cantar la belleza del Sol, cuando no se ven sino las penumbras?”

Entonces el abad se puso serio, y enojado dijo “Tocarás, por que este mundo del que disfrutas fue creado por el Altísimo, y el don del que gozas te fue dado por Él para agradar a los que tus penas comparten. Si lo que quieres es salir de aquí, tendrás que tocar. Y no solo para mí, sino para el gobernante de estas tierras, y para el de las tierras vecinas, que está de visita.” Y habiendo dicho así salió de la celda, no sin antes prometer que le sería dada una audiencia con el gobernante. Una miserable cena le fue servida al anochecer, mientras olía en el aire el faisán de la cena del carcelero, y el dulce aroma del vino fue reemplazado por un agua amarga que le fue dada en un sucio vaso de madera. Solo el frío le sirvió de abrigo esa noche, y las ratas compartieron su cama.



A la mañana siguiente se le ofreció un baño caliente, un poco de pan con queso y una túnica de algodón, con la cual debía presentarse ante la corte. Luego fue conducido ante los señores, y frente a trono cantó, tocó la flauta y bailó. El tirano no quedó conforme, y entonces le pidió que compusiera una canción sobre su tierra. Y entonces el bardo dijo ”Señor, su reino no es digno siquiera de tres notas de mi flauta, pues está lleno de armados perros que, a la menor orden de esos buitres de negras plumas y blancos cuellos caen sobre el inocente y lo destrozan para hartarse de su sangre, mientras los buitres comen del fruto del trabajo de otros y guardan las partes menos buenas para sus perros y las mejores para halagar a la rata que los gobierna”.

El tirano monta en cólera, roja tornase su cara y blancos sus puños, y por esa osadía y esa humillación manda dar cien azotes al bardo. Temerosa está la gente en la plaza, y al tiempo orgullosa de aquél que ha dicho lo que todos piensan pero nadie dice. Viene el verdugo (otro admirador, pero obligado por su deber al fin y al cabo), y tomando el látigo lo levanta en el aire. Al quinto golpe brota la sangre, y para el décimo hallábase ya el potro cubierto de ella. Apenas puede el pobre soportar los cien sin desmayarse, y entonces es liberado por el verdugo. Su viejo y ajado morral de cuero es depositado frente al él, pero no lo nota.



Abandonan todos la plaza entonces, a excepción de una mujer y su hija. Con cuidado lo levantan, lo llevan a su casa y curan sus heridas. Dos días permanece inconsciente. El tercer día despierta. El sol está en su cenit. Una pobre sopa hierve en una olla puesta al fuego. La niña juega afuera, mientras la mujer barre y tararea. Rubia es ella, y su cara está marcada por el tiempo, la tristeza y las desgracias. Aún así, sus ojos son distintos. En sus ojos está la esperanza y la alegría por la vida. Todo esto ve el bardo de un solo vistazo, pues para el alma de un artista un vistazo es suficiente. Cuando se recupera, emprende el viaje de nuevo. La mujer le da un poco de comida. No es mucha, pero es todo lo que pueden darle. La niña le ha dado una guirnalda de flores, un beso y una mirada de admiración.



Camina el hombre por la campiña, cazando lo que puede y vendiendo su arte a cambio de techo y comida. Bebe en los arroyos y duerme bajo las estrellas. La tierra se va volviendo más dura y áspera a medida que se aproxima a las montañas, y al cruzar una de ellas cae enfermo. La garganta le quema. Las piernas apenas le obedecen. Encuentra una cueva, prepara un fuego y se sienta sobre una roca. No quiere morir sin ver de nuevo su patria, pero habrá que resignarse. Hay luna llena.



En los cielos se ve una nube, y en esta nube está posado un ángel. Él sabe el origen del violín. Este violín no ha sido nunca tocado, sus cuerdas no han emitido sonido alguno (todavía), pero sabe que el bardo lo tocará esta noche. Hay regocijo también en los infiernos. El alma de este artista es apreciada en todos lados, y todos quieren hacerse con ella.



En efecto, el bardo saca cuidadosamente el violín de un estuche de cuero, y acomodándolo entre hombro y mentón se dispone a estrenarlo, cuando ve una sombra. Esta sombra se desvanece luego, pero él siente su aliento fétido junto al oído izquierdo. La voz le murmura al oído una sola palabra: “DOLOR”



Entonces surgen imágenes en su mente, y el aire se llena de una violenta y rápida melodía, cargada de odio, tristeza, añoranza y dolor. Y la música se oye a muchas leguas de distancia, y hace temblar la tierra y soplar el viento, y las almas atrapadas en el violín cantan con voces oscuras, y gritan y lloran y gruñen. Y la música hace llorar a la gente, y provoca la inquietud de los animales y hace que las piedras suelten lágrimas de las que se forman manantiales enteros.

Y el corazón de la tierra se ablandó, y los castillos cayeron. La luna se puso del color de la sangre. Lobos invisibles aullaban a la distancia. Y las lágrimas caían de los ojos del artista, se acumulaban en sus mejillas y caían a sus pies. Entonces abrió la boca, y cantó. Cantó las desgracias y las penas, cantó el encierro y los azotes, cantó el odio a aquellos que se llenan de riquezas sin importarles el sino de los pobres. Y el cielo se llenó de negras nubes, y los rayos cayeron, y las piedras se rajaron y se abrió la tierra. El fuego comienza a salir de aquél abismo.



A punto está el hombre de terminar con sus males y arrojarse al infierno, cundo ve por el rabillo del ojo una brillante luz. La luz desapareció, pero sentía su aliento fresco junto al oído derecho. La voz murmura entonces una sola palabra: “Alegría”.

Y el hombre detiene el arco a la mitad de un compás, y espera. Su mente le muestra imágenes de la niña, su casa, la guirnalda de flores, la tierra del artista, y entonces cambia el ritmo. Ahora es un canto alegre, y las voces del violín se apaciguan, y ahora cantan la alegría de la vida y la calidez del sol, y la voz del bardo se les une, y canta la frescura del agua y la tranquilidad del campo. Y su canción habla de las noches de luna en las que los amantes se reúnen bajo los árboles. Y las nubes se parten para dejar pasar a la luna llena, luminosa y bella, y los árboles florecen y los animales se acuestan a escucharlo en la fina hierba cubierta de rocío. Y flota la paz y la alegría en la montaña, y la voz del hombre y las voces del violín son lo único que se escucha. La fresca brisa arrastra las suaves y dulces notas hasta ciudades de los reinos vecinos, haciendo a los niños dormir tranquilos, a los hombres soñar con su hogar y a las jóvenes con sus enamorados.



Entonces de entre las nubes sale un rayo de luz que baña al bardo. Sus dolores se calman, la fiebre desaparece. Se siente rodeado de una calidez extraña. El violín empieza a brillar. Luces salen de su cubierta. Brilla como el oro, como los diamantes, como los espejos. La cubierta roja se vuelve azul. Las cuerdas hechas de cabello se parten en dos. El arco se siente pesado. El bardo no puede más y lo deja caer, junto con el violín. El violín entonces brilla con luz cegadora, se pone blanco. Sus contornos desaparecen. Las voces de las almas atrapadas empiezan a sonar, quedo primero, fuerte después y las almas brillan y vuelan hacia la luz en el cielo unidas en un bello cántico.



Al amanecer, un guardabosques encuentra al bardo, aún con vida. Sus piernas están heladas, sus manos rígidas y su piel azul. En sus labios amoratados solo se ve una sonrisa, y una lágrima congelada hay en sus ojos. Solo puede decir “Mi obra maestra”. Y expira.

La rutina me aplasta ultimamente. Es sorprendente cómo se vuelve uno costumbrista, cómo las cosas que antes te gustaban no son tan disfrutables ahora, y aunque sea un proceso natural no deja de causar extrañeza. Se aburre uno tanto que quisiera hacer mucho más. Tomar algo de riesgos, salir de aventura, recorrer grandes distancias a pie o en bicicleta. ¿Pero a qué hora, animal social, si ya tienes ocupada tu vida en el trabajo? ¿Y que haces si ya formaste una familia? ¿Abandonarás la escuela para salir ireesponsablemente a vagar por allí?

Tal vez se pregunten por qué el IRRESPONSABLEMENTE con negritas. Es porque la sociedad te clasifica así si no quieres compartir tu tiempo con ella, si te revelas y quieres tener tu tiempo para gastarlo en lo que tu quieras, en resumen, si te niegas a ser utilizado.

Trozos de tu alma

De nuevo aquí, la soledad me encuentra frente a un computador, sin saber que hacer. La melancolía ya no es lo que era. La felicidad no me da mucho de donde cortar. Pero el mundo no es perfecto (no puede ser perfecto). Siempre habrá quién sufra, quién ría y quién muera. Es el orden natural de las cosas, y si alguien tiene que sufrir para que seamos felices ¿Lo vale?.

Tal vez sí, tal vez no, pero como dije, las cosas no pueden ser de otra forma. La felicidad es como un pequeño parche la gente pone en sus rotas y pisoteadas almas para no desmoronarse. Pero el parche es pequeño, y quedan huecos enormes, huecos que no pueden ser surcidos o cosidos. La muerte de los que aman, las enfermedades terminales, la impotencia ante un mundo para el que no están preparados, todo eso y más es un peso que le estamos añadiendo a una bolsa rota.



Pero nunca es suficiente. La felicidad no aguantará por siempre. Habrá que parchar más y más ese corazón, esa alma, hasta el punto en que seamos solo parches. Los padres aquí, los hermanos por acá, nuestra pareja, nuestros hijos, un amigo... Y eventualmente veremos cada vez menos de nosotros. Seremos más y más ellos, trozos que tomamos prestados a otros para no morir.

Y moriremos siendo nadie y siendo todos.

La bomba

Desperté y fui directo a mi computadora, solo para cerciorarme. Nada. Previsible. Disco duro vacío, circuitos a medio freír. Saqué una PC nueva de la bolsa antiestática y la revisé: en blanco. Tomé un CD de la torre y reinstalé el sistema completo . Sobre la cama había un monte de discos recien quemados la noche anterior, respaldos de toda una vida de cibernáutica. Música, juegos, programas varios. Sobre el escritorio, junto a la antigua comptuadora, una taza de café vacía, una hoja de control para anotar los programas y aplicaciónes ya respaldados y un Game Boy debidamente protegido contra la radiación.

Deje copiando algunos discos y fui a la cocina. La radio era ahora solo ruido blaco. Ninguna emisora al aire. Tomé una dona y llené otra taza de café. No había agua en el grifo. En la calle (vivo en una esquina) los semáforos no funcionaban, y el cadáver de mi vecino yacía ensangrentado en la banqueta, junto a su escopeta. Otro crédulo histerico. Mi colección de películas se había echado a perder (debí respaldarlas en DVD), y eso era la única pérdida que lloraba, pero supongo que a otros les fue peor.

Una bomba de pulsos electromagnéticos lanzada por iraquíes, palestinos, o tal vez extremistas chinos, había hecho impacto en el centro de Estados Unidos de Norteamerica. La antes superpotencia es ahora un amplio territorio medieval, sin computadoras, sin radio ni televisión. Muchos perdieron sus empleos, su forma de vida, sus teléfonos celulares, y ni siquiera las ultratecnificadas imprentas de alta resolución funcionan. Fue raro salir a la calle y no encontrar anuncios luminosos, puestos de peródicos o televisores en las tiendas. Algo malo debía de tener ser los vecinos de los putos yanquis. La T.V. había anunciado el ataque, pero los aviones de la defensa cayeron en el glorioso suelo norteamericano cuando la onda magnética alcanzó las computadoras de a bordo. Yo tomé mis precauciones.

Ahora el mundo vuelve a depender de los libros, los chismes, las caminatas y el ajedrez, porque ni los teléfonos funcionan. Creo que iré buscando mis viejas canicas para retar al hijo del vecino. Tal vez después del funeral.

18/01/05

Todo aparece cuando lo dejas de buscar

Hoy hablaré de aquello tan huidizo de encontrar, aquello que nos pasamos toda la vida correteando y que, justo en un momento de distracción, nos encontramos adherido a la espalda: la felicidad.

Es algo maravilloso, pero no te deja... digamos... encontrar la inspiración para escribir... pues... pues un blog. Es extraño cómo cuando eres felíz no te da tiempo de pensar en tus problemas, no piensas en el dinero, ni en tus ocupaciones, vamos, no piensas en nada.

Tal vez esa sea la verdadera felicidad. El no preocuparse por el mañana, ni el ayer, y saber que nada pasará si no te levantas el sábado por la mañana.

Mucha gente sabe (sobre todo escritores y cantantes)que la tristeza, la tragedia y la muerte dan mucho que pensar, y por supuesto, mucho material, pero la felicidad no vende. La prensa no publica, por ejemplo

-Hoy fue un gran día, se anunció la paz mundial y sexo promiscuo y desenfrenado para todos. Se regalarán vino, condones, drogas duras y dinero. Esperen... hay un reporte especial del Vaticano. El Papa dice que lo aprueba y que le guarden un Viagra y dos morenas.

Claro que no, y eso es por que la felicidad no vende. A nadie le importa que seamos felices. Ya lo dijeron los Guachosky en Matrix: Tratamos de crear un mundo perfecto, un mundo felíz y sin problemas para tu raza, pero no funcionó. El cerebro humano necesita retos, problemas a los que enfrentarse... (Más o menos en el orginal, dicho por el agente Smith)



Es raro que la gente no trabaje en el día del trabajo, pero además se complican organizando desfiles y esas cosas. No entiendo como teniendo un día libre no se dedican a ser felices y mandan a volar esa molestia.

Me despido por hoy... Sean felices

PD: espero poder dedicar algo más de tiempo al blog, y si alguien tiene un manual sobre plantillas para blog, envíen a mi mail Please)

No me juzguen, que ocupado estoy...

Larga es la vida, como la escalera de un gallinero; larga y repleta de mierda. Pero es asunto nuestro el sacarle la vuelta e irnos por el caminito mejor. Así es que el día de hoy veo el camino y no pasa por este blog. Nos vemos mañana. (ataque de hueva y bloqueo creativo a las 9:51 de la mañana de un Lunes cualquiera)

El tigre se va, pero el miedo permanece

Disculpen la falta de ilustraciónes y artículos, es que ultimamente la rutina me aplasta de una forma tan obsesiva que no he tenído tiempo de entrar. La verdad es que la rutina es una forma de protegernos del miedo al cambio, miedo que se nos ha inculcado desde siempre, ya sea por la sociedad o el gobierno, pero que las personas con algo de práctica han aprendido a abandonar paulatinamente. Justo hoy escuché en un hospital de la ciudad que un niño lloraba, mientras que una madre cercana le decía a su hijo: "Mira a ese niño, está llorando porque lo inyectó el doctor" Yo solo la miraba y pensaba: "Que mujer tan irresponsable. El niño odiará las inyecciónes el resto de su vida, y todo porque ella fue una mala madre que prefería espantar al niño antes que afrontar su deber de mantener al infante quieto".


Y este caso no es único; conozco a una mujer cuarentona a la que su madre "controlaba" diciendole que si no se metía a casa antes de que sonara la sirena del cuartel de bomberos (6:00 PM) un hombre con un costal de harina vacío la derribaría, ataría y secuestraría, y que jamás volvería a ver su casa. La mujer, ahora casada y con tres hijos, no puede levantarse de la cama llegado el anochecer, pues aún tiene la sensación de que unas grandes y callosas manos la toman de los hombros y el cuello, y la halan hacia el piso de su cocina.

Claro, esta clase de miedos pueden catalogarse de infantiles, pero que tal el miedo al fracaso ("Vas a ser un flojo toda tu vida, te vas a morir de hambre"), a volar (" se caen") y a las arañas, perros,serpientes, etc..


O mi favorito ("es que nos van a invadir los fundamentalistas islámicos armados con anthrax"). Todos estos, miedos infantiles que solo sirven a mamis y papis estúpidos (y autoridades gubernamentales) para obligarnos a hcaer lo que ellos quieren ("Vota por mí")

El que a dos amos sirve...

Es clásico para cualquiera que tenga un sistema de creencias establecido el creer que su dios lo ha abandonado (en muchas ocasiones así es, pero no por antipatía, sino porque nunca existió), o que está recibiendo ayuda divina en un momento malo de su vida. Un hombre que antes se consideraba ateo, al perderse en el monte le rezó a dios (con minúsculas por ser una licencia literaria y no un ente supremo) para que lo ayudara, y después de tres días de caminar en linea recta y de gritar a todo el mundo, encontró una carretera y pidió aventón. Seguro fue dios. O el hecho de que al caminar en linea recta durante tres días tienes que llegar a un lugar habitado.

Ahora este hombre, amigo mío, es un ferviente católico, y antes de salir al monte se encomienda a san Judas Tadeo. Lo interesante del caso es que tampoco creía en el diablo, y si hubiera pedido el apoyo del "Rojillo", igualmente habría encontrado la carretera, y ahora sería un Satánico, Postapocalíptico e Integrado. Es extraño como atribuímos sucesos a cosas que no son, pero lo más extraño es lo crédulos que llegamos a ser en situaciones en que nuestra vida se ve amenazada. Seríamos capaces de hacer lo que sea, de rezarle a dios y al diablo solo para obtener un beneficio que nos salve el pellejo. No desesperen a tal grado, aunque si se sienten cómodos rezando, recen. Pero no olviden también que el hombre siempre se las ha arreglado en esta tierra para salir avante, siendo mono o politeísta, y que lo que importa no es dios, sino tú. Tú eres el que hace esa diferencia, no las paranoícas explicaciones divinas. Mientras tanto, sigue caminando en linea recta dos, tres o cuatro días, y no te sientes a esperar a que dios baje la mano y te ponga en la carretera (o a que el diablo te de un Formula Uno)...

Haz el humor y no la guarra...

Hoy no sé cómo empezar, y es que es difícil hoy en día decir algo realmente nuevo. No es que me queje de los temas viejos, pero es difícil llevarlos ahora sin caer, aunque sea un poco, en la vulgaridad. La obscenidad está en cada casa, en cada calle, en los programas cómicos, en los chistes de Pepito/Juanito, en las escuelas primarias, en las secundarias y en las Universidades/Facultades/Institutos. La mayoría solo quieren "...hacer uso de su derecho constitucional de libre expresión..." o quieren subirse al moderno tren de la "irreverencia" cómica como tantos otros, pero en realidad pasan los límites. No es por criticar, pero es que ya no hay un espacio para el humor fino.

¿Dónde han quedado la ironía y la sátira? ¿Son sólo recuerdos del origen grecolatino de nuestra lengua española? ¿oO es que han quedado relegadas a un pequeño grupo de cantantes de Ska, Punk y Rock Metal? El Goth y el Death hacen lo propio. La sociedad Pop del mundo solo acapara los malos chistes televisivos, y está cayendo en el humor fácil. Es este un nuevo síntoma de como afecta la vida moderna a la cultura, descomponiendonos, envenenándonos y cambiandonos hasta hacernos, si no iguales, similares.. Réquiem por el humor culto, los libros de Ann Rice, los autores que se fueron...(por el retrete), por Lovecraft, por el terror, por los domingos de guardar, por las caminatas seguras a media noche, por la inocencia, por las cosas que nunca volverán. No podemos confiar ya en nadie. El mundo debe estar atento ahora por si tendrá sida, por si lleva un arma, por si está drogado, por si me ataca, por si me quiere, por si me sabotea, por si tiene ganas de vivir... Lloren. Preocúpense. Pero mejor aún, ocúpense.

Ni pelo ni escama

"...- ¿Es un animal o un hombre?
- ¿No es relamente lo mismo? Todos somos ángeles y demonios, hombres y bestias, blanco y negro, agua y aceite, porque todos somos y dejamos de ser al mismo tiempo.
- No comprendo. ¿Que quiere decir con eso, Monseñor?
- Ay, Dana... Él no es más que una pobre alma víctima de la maldición del lobo, pues esta maldición hace que el hombre saque una parte de él que lleva casi siempre dormida, la bestia. No es que sea hombre o bestia, pues estas mitades están siempre dentro de una persona.
- Yo sé que su magia puede curarlo, Monseñor... Intentelo solamente.
- No, Dana, eso es imposible. Podría sacar de su cuerpo la parte de la bestia pero ¿no sería eso peor que lo que es? El hombre nace con estas dos partes, la racional y la bestial, y al quitarle sus instintos lo convertimos en nada. ¿qué es un hombre que no ríe, que no se enfada, que no llora? Sólo figura y nombre, un envase sin relleno..."
Conversacion entre Dana Hare, ladrona, y Monseñor Rosco Redsky, clérigo, respecto a la conversión de Joseph Loengrinn, guerrero, en hombre-lobo, en Navegando en el mar de Lagrimas, Dark Reed, Ed. Diana, 2003



El nuevo año ha llegado, que se le va a hacer. Traté de impedirlo, pero se me escurrió entre las piernas como la sangre brota de las heridas del harakiri. Los instintos de un hombre forman parte de sí, y tan ridiculo y odioso es un animal vestido como hombre que un hombre que niega ser animal. Aceptenlo, los hombres son animales. Inútil es negar la naturaleza dual de las cosas. Las religiones lo intentan, prohibiendonos el sexo, la comida, el robo y la ira, el instinto que nos hace a todos más animales y menos hipócritas.

La iglesia trata de crear y criar santurrones que no se atreven a ser, humanos que se odian a sí mismos por lo que piensan, que tratan de desprenderse de sus envolturas carnales para volverse solo almas, castigando sus cuerpos para no necesitarlos.

Ridìculo. Odioso. Somos carne y sangre, hambre y sexo, llenar y vaciar de estómagos que nos recuerdan que no somos siquiera animales superiores, puesto que muchas veces somos peores que ellos. Nada bueno hay en cómo nos comportamos. Avergonzaos ahora, animal superior, pues vuestros compañeros "inferiores" no se matan, no destruyen sistemáticamente la tierra que pisan, no se creen dueños de donde viven, y no traicionan a los que aman. ¿Para qué os sirve el oro, si el oro no se come? ¿porqué renuncias a algo agradable sí alguien te dice que es pecado? Lo interesante de ser hombre y bestia es averiguar cuando debes ser cuál. Deja de creer y empieza a pensar, experimenta y averigua. Date cuenta: Atrevete.

Ya va, hombre...

..No me empujen. Despuès de unas vacaciones para recargar las casi nulas baterìas, estoy de vuelta.

El Amor apesta... Pero apesta rico...

Algunos dicen que el amor apesta, otros lo defienden a capa y espada. En lo personal, digo que es una cadena de rosas, porque las espinas solo se hacen soportables gracias a la flor.

De que otra formas soportaríamos a un ser que te chantajea (no importa que tan sutilmente, la verdad es que te chantajea tarde o temprano), te hace decir cosas como: "Sí, mi pedacito de cielo" o cosas de ese tipo.



El dolor del amor es algo en que caemos frecuentemente, y a aquellos a los que más patea son los que más se duelen de él. El que fácil se enamora, más fácil sufre y más cruel es su dolor.

No te librarás de mí...

"...- Pero señor, como pude haber fallado? No solo conseguí el hechizo, sino que derroté a la bestia de la cueva sin problemas. Mi misión quedó completa...
-Pero dudaste, Dana. Sabías que no podías perder, que el hechizo de protección era perfecto, que la bestia no podría vencere aún a pesar de un fallo o incompetencia. Sabías que no te hubiera mandado allá de no saber que estabas lista, y aún así dudaste de tí misma y del hechizo. ¿Como puede alguien confiar en tí si no confías en tí misma..."

Conversación entre el sabio Kuhmm, maestro, y Dana Hare, ladrona, tras el enfrentamiento con la bestia de la cueva de Anntha, en Navegando el Mar de Lágrimas, Ed. Diana, 2003.

El miedo es parte permanente de la humanidad, es una característica esencial que nos hace sobrevivir, pero en una sociedad ultratecnificada es poco más que un lastre. Es una carga social, y a veces un sentimiento real que nos ayuda a evitar el peligro. Hemos reducido el miedo y el peligro a escalas bajísimas, ya sea con armas, instituciones o anticonceptivos, y aún así seguimios desconfiando de ellos. Todo puede fallar (y tarde o temprano fallará) en nuestro sistema de vida. No es mucho lo que podemos hacer para conjurar el miedo, pero es menos lo que intentamos hacer para vencerlo. La gente que tiene miedo a conducir se ampara en las altas cifras de accidentes y crimen en el que vehículos se ven envueltos, e ignoran el gran margen de seguridad de los autos.



Tal vez el mayor miedo no es el de morir, sino el de no hacerlo. El quedar inválidos de por vida, el que la gente se les quede mirando y sintiendo lástima por ellos, y ser un deber enfadoso para la familia. El miedo a no poder moverse, a no tener la libertad que todos tienen, el miedo al desprecio, al asco, a la degradación. Es, simplemente, miedo.



Claro, la gente se escuda en seguros y en cifras para racionalizar sus temores, pero ¿de que sirve? ¿esto nos protegerá? ¿El seguro le dará un padre a tus hijos? ¿le dará a tu esposa el calor que le das tú? Averigualo...

Lo que todos esperaban...

No, no voy a hablar de sexo. Hablo de las vacaciones. Ese pequeño trozo de libertad que nos dan a probar las autoridades escolares. No hay tiempo mejor para el alcohol, las drogas y las relaciones sexuales que ese pequeño espacio entre clases, pero también es fuente de amores, viajes, trabajos eventuales e ideas productivas. No desperdicien este tiempo tomando y fumando... Lo del sexo no es desperdicio, es una forma de acercar mucho màs que los cuerpos: también las almas, y los gametos... asì que cuídense.

Los funerales

No sé por qué la gente religiosa llora en los funerales, si tan fervientemente cree en el Paraíso y el Infierno. Creo que en el fondo son unos envidiosos porque otro disfrutará de esas "delicias" antes que ellos. O es que acaso no creen en la religión, y saben que no volverán a ver a la persona muerta, y que pensar que existe un más allá es solo una forma de autoengaño para no sufrir.

¿Por qué hacemos estas ceremonias? ¿Nos importa acaso si la gente llora por nosotros? ¿De qué te va a servir una solución salina en el ojo de otra persona? Es solo vanidad.


Hay mucha gente que no quiere que lloren por ella, porque será un día alegre aquél en que dejen de sufrir. Me despido con una canción de Dos Minutos:

"...No quiero que entierren
No soy comida para los gusanos

Sólo quiero que me cremen
Y guarden las cenizas
Para una buena ocasión.
Cuando me muera quiero que
No me lloren, no me lloren
Y las cenizas las tiren en el campo
El mar y la ciudad, el mar y la ciudad.
Canción, canción, canción para mi muerte..."

No esperen más de mí hoy

No es terrible como la falta de inspiración nos golpea hoy en día?

Por qué temes?

"...
- ¿Por qué temes a la Muerte? ¿Es acaso algo malo?
- No -dijo el abuelo- pero significa el ya no sentir, el no volver a amar, el no volver a sonreír.
- Hay ya mucha gente que no siente, abuelo.Y hay quienes no aman y no sonríen, y no están muertos
- Eso crees, Dana? Éste es el único destino peor que la muerte, porque vagas por el mundo envenenando las almas, sin encontrar la paz. Se dice que esa gente muere en una inundación, y que el Mar de Lágrimas viene personalmente por ellos porque no soporta su presencia en la tierra. No seas nunca así, Dana.

Y así diciendo, el abuelo expiró su último aliento. Dana tomó sus manos y llamó a sus padres, diciendo:
- El abuelo ha muerto ya. Su alma atravesará el Mar de Lágirmas ahora, como dice Monseñor Redsky..."




Conversacion entre Dana Hare y su abuelo, Fredrich Hare, en Navegando en el mar de Lagrimas, Dark Reed, Ed. Diana, 2003

Por qué tememos a la muerte? No encuentro la razón por más que busco. La muerte solo es una cuenta regresiva a la vida, y desde el momento en que nacemos tiene que llegar... ¿Entonces por qué buscamos retrasarla? ¿Por qué no queremos volvernos viejos?

Por más que conservemos el cuerpo, la mente se irá borrando poco a poco, convirtiendose en un murmullo lánguido y cansado. ¿por qué no la dejamos descansar? ¿Por qué no nos preocupamos, más que por no morir, por envejecer con dignidad? Le tememos a la Muerte tanto que, para no verla cerca, buscamos ser jóvenes por siempre.



Todo animal busca preservarse pero ¿Hasta donde es instinto y dónde empieza la terquedad? El fin natural de nuestras vidas es de alrededor de 40 años, pero no nos conformamos con eso. Hemos llegado a una expectativa de vida de 75 años, y aún queremos más. ¿Por qué?

Estamos hechos para valernos por nosotros mismos a los doce años, ser sexualmente maduros a los 13 o 14, y nuestra muerte debería de ser alrededor de los 30. Tenemos el doble. ¿Por qué no lo aprovechamos? Vivamos el doble, pero de verdad hay que vivirlo. No nos acomplejemos con problemas.

La sociedad apresta las armas para obligarnos a vivir en ella. La educación nos "prepara para la vida", pero ¿Merece ser vivida una vida donde no eres libre? ¿Donde te enseñan a cometer siempre los mismos errores?